15 abril, 2007

CONTRA LA NOSTALGIA DE LAS VIEJAS REPÚBLICAS



La fecha del 14 de abril se presta a pintorescos espectáculos de desbordamiento de sentimentalidad nostálgica y añorante del pasado. Un espectáculo que es penoso en los que lo sienten sinceramente, y que es vergonzoso en quienes aprovechan la efeméride para limpiar su corrupto “juancarlismo” cotidiano, como sucede con los socialistas del PSOE, los comunistas de IU, los falsos republicanos de ERC y otros, y los “progres” en general, que limpian su conciencia con la celebración. Un espectáculo, en fin, tan estúpido, como inútil y bochornoso.

Un verdadero republicano que permanece fiel a la idea de la República no puede caer en eso. Quienes promovemos la IIIª República hemos de ser, ante todo, intransigentes en los principios de libertad, igualdad y fraternidad, y de democracia política que la fundamentan, pues solo así podremos superar la oleada del oportunismo, especialmente del oportunismo izquierdista, que combina la nostalgia del pasado con la corrupción desenfrenada del presente. A quienes participamos activamente en la acción republicana, todo eso nos satura y nos aburre.

La historia de la República en España está inevitablemente asociada a la historia de dos fracasos. El del federalismo de la Iª República, que se pretende emular actualmente por los muy monárquicos nacionalismos periféricos, y el del parlamentarismo de la IIª República que dicen aspirar a restaurar los que la añoran. Respecto a estos últimos, debemos recordar que el Pacto de San Sebastián no definió la esencia ni el modo de crear la República, y ésta llegó de modo imprevisto, por la crisis de la monarquía, y se instaló en un Estado de pura precariedad. La IIª República fue primero destruida por los afanes de los revolucionarios y los errores de los republicanos. Y, luego, fue aniquilada por la guerra civil que no supieron evitar. Sólo quedó de ella la dignidad del sentimiento republicano, hasta que los partidos que dijeron defenderla, se aliaron con los restos de la Dictadura para legitimar el fraude político de la transición, creando la actual Monarquía de un Rey nombrado por Franco.

Sin conocer las causas de los fracasos republicanos y sin saber la naturaleza de las instituciones políticas necesarias para la IIIª República, las propuestas republicanas no son más que ridículos e inútiles ejercicios de sentimentalismo para adormecer almas cándidas, o para espolear aventurerismos irresponsables. La IIª República fracasó porque le faltó uno de los pilares de la libertad política, el de la separación de poderes. Fue un sistema representativo, pero no democrático. Por eso no logró evitar la guerra civil.

Ignorantes de todo ello, los republicanos de la nostalgia esperan que la República llegará de nuevo por azar, como fruto indirecto del avance de la democracia y de la autodestrucción de la monarquía partitocrática, cada vez más sumida en la crisis. Grave error, pues la falsa democracia de la Monarquía Partitocrática no traerá la República, sino que será la República la que instaure la verdadera democracia y la que derribe la monarquía.

Para los republicanos que realmente lo somos no vale la pena seguir suspirando por las fracasadas repúblicas fenecidas ni intentar imponer los viejos amores de la Iª o IIª República a las nuevas generaciones. Como dijo Trevijano, con cita de Santayana, “no hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que desea oprimir a un mundo que no entiende en nombre de otro mundo que no existe”. Nada hay más contrario al republicanismo que seguir reivindicando el pasado de las viejas repúblicas fracasadas frente al porvenir de la nueva República a crear.

Ha llegado la hora de arrinconar las viejas historias, las apolilladas banderas, las telarañas mentales y la nostalgia del pasado. Ha llegado la hora de empezar a trabajar de verdad por la IIIª República Española. Este 14 de abril de 2007 ha sido el último en que hemos mirado hacia el pasado. Ha sido una mirada de adiós definitivo. No volveremos a la añoranza. Ya solo trabajaremos para el futuro.

Salud y República

Publius (CR3)