27 noviembre, 2011

Desistalando la Corona


Este artículo, debido a la pluma de David Gistau, se publica hoy, 27 de Noviembre, en "El Mundo". Por su interés y donosura merece su transcripción en este blog, ya que el periódico de inserción no lo recoje en su edición digital gratuita. (cliquear en el título del post para comprobarlo)
Desistalando la Corona


EN SU DECADENCIA, para nuestra monarquía es una suerte que el concepto republicano se haya quedado enquistado en una izquierda montaraz, de inspiraciones anacrónicas. Es una consecuencia de la propaganda que simplifica España, con el pretexto de la Guerra Civil, como un choque entre democracia republicana, izquierdista por definición, y la derecha toda, fascista por naturaleza y hasta por unidad de destino en lo universal. El caso es que sólo eso permite a la monarquía acogerse a sagrado todavía en la coacción de que sólo una corona impide que España sucumba a inestabilidades latentes a las que, sin un padre tutelar, estaríamos abocados por costumbre histórica.


Siempre he pensado que el impulso hacia otro régimen pasaría necesariamente por desligar el anhelo republicano del Frente Popular y la tricolor, de la fuerte caracterización sectaria. Y manejar una noción de República liberal, sin carga ideológica fundacional, en la que el jefe de Estado es elegido por sufragio universal entre partidos de izquierda y de derecha, como en Francia. La monarquía perdurará mientras la palabra República, como en un reflejo de Paulov, evoque checas y milicianos, pasado podrido. Cada vez que un tarado saca una tricolor junto a otra bandera con la hoz y el martillo, concede a la monarquía una renovación de la simpatía popular, pues la Corona vuelve a ser vista como la vacuna contra el 36.


Estoy anticipando algunas reflexiones livianas que se volverán vigentes dentro de no mucho tiempo, cuando esta monarquía termine de autodestruirse. Sin duda habrá un repunte de afecto y adhesión por la dignidad de los años postreros del viejo rey, el último que se creyó su oficio, y que ya aparece con 
unas gafas como las de José Feliciano para suavizar estragos y relatos de torpeza. Pero después, en un país que, si termina de evolucionar, no tendrá ya una relación gregaria con su corona, la tarea dependerá de un pijo convencional con pinta de calzonazos del que algunas decisiones de vida 
demuestran que sólo se cree su oficio en la parte de los privilegios.


Y la monarquía culminará un proceso que se acelera propiciado por el final de la omertá periodística: el de degeneración hacia lo Grimaldi. No sé si Carmen Rigalt me aprobará grimalización, que no puede decirse con un polvorón en la boca. Yernos que salen en carretilla del museo de cera, caraduras que se lo llevan crudo, especulaciones anoréxicas, cuñadas que no se hablan, malvadas de cuento, osos borrachos, intrigas. Sólo falta que alguien se vaya a vivir con un guardaespaldas o un trapecista. 


Mientras, y por si acaso, que la izquierda expectral vaya devolviendo, para que sea compartida y modernizada, la aspiración republicana, Vive la France!