21 septiembre, 2007

¿ANTIMONÁRQUICOS O REPUBLICANOS?



Un republicano leal, y nosotros lo somos, tiene claro que la monarquía, en cualquiera de sus formas, es demasiado opuesta a la República como para plantear la más mínima duda, en principio. Y, sin embargo, convendría revisar adecuadamente la cuestión, pues no siempre están las cosas tan bien definidas. Aparentemente, no debería haber contraposición entre los dos términos del título, pero ¿es eso así siempre y en todos los casos?

Los sucesos de Gerona de hace unos días, durante los que algunos independentistas quemaron fotos de los reyes, ponen de relieve un asunto sobre el que conviene reflexionar. Me refiero al hecho de que, por lo general, en los medios de comunicación y en la opinión pública, la República no se define nunca por lo que ella es. Casi siempre se la intenta identificar por lo no es, es decir, por la Monarquía. De ahí que los independentistas gerundenses que quemaron esos retratos reales se hayan podido autodenominar, tal como hemos visto en la televisión, de activistas “antimonárquicos”, con la más que probable intención de ganar para su causa las simpatías del creciente republicanismo que se va extendiendo por España.

El fraude político trepa por el republicanismo cuando éste se limita a ser la mera negación de la monarquía, o a expresar formas de Estado Totalitario que no se identifican con la libertad de la democracia. Porque la República es, ante todo, la libertad individual y la democracia política. Y es la indefinición política en que se pretende situar a la República, al definirla exclusivamente en función de la Monarquía, la que permite a muchos oportunistas que no son republicanos el poder de presentarse como tales. Así sucede con los comunistas, o con muchos fascistas, o con los totalitarios nacionalistas. Todos ellos, con la fácil coartada de un presunto antimonarquismo, se presentan como “republicanos”, cuando les interesa, pese a no serlo en modo alguno.

Como acertadamente ha señalado García-Trevijano, “sin construirse previamente como alternativa a la monarquía, la República adviene de repente como solución a la crisis monárquica. Y cuando se hace real como forma del Estado, no está realizada en el espíritu ni en el cuerpo social. Llega sin apenas republicanos. Esto, y no otra cosa, es lo que explica sus repetidos fracasos y sus continuos renacimientos. La incapacidad de la idea republicana para ser alternativa de poder institucional, atrasa su porvenir como forma democrática del Estado. La Monarquía dura como lo malo conocido frente a la República por conocer” (discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid, el 28 de marzo de 2006).

Y es que, sin conocer las causas de los éxitos y fracasos republicanos en España, sin saber de la naturaleza de las instituciones políticas, y sin definir cómo ha de ser la democracia política, las propuestas republicanas no pasan, en su vaguedad, del puro sentimentalismo, de la nostalgia, o del oportunismo más siniestro.

Salud y República

Pla (CR3)

03 septiembre, 2007

AL VOLVER


Este año, la llegada del mes de septiembre no traerá un nuevo curso político exactamente. En España las novedades parecen haberse acabado hace mucho tiempo. Tan sólo regresarán a sus domicilios habituales los que pudieron ausentarse en el periodo vacacional. Los demás ni eso, pues seguirán donde han estado. Y tampoco regresarán los crecientes problemas de todo tipo que rodean a los españoles, porque esos problemas nunca se han ido. En el mejor de los casos seguirán igual, aunque lo más normal es que se habrán acentuado.

En la economía, el fin del ciclo de expansión se va alzando como amenaza sobre las rentas más bajas. Las subidas en los precios de la energía y de los alimentos no se ven compensadas por la lenta bajada del precio de la vivienda. La cortedad de los salarios tampoco se ve compensada por reducciones sensibles en la precariedad laboral y aumenta el desempleo. La Seguridad Social, cada vez más débil financieramente, tendrá que hacer frente a los anuncios demagógicos de nuevos gastos propios de las típicas promesas sociales de un periodo electoral.

Porque elecciones si que habrá, pero ¿a qué?, ¿a las humillantes listas cerradas por los jefes de la partitocracia que dejan sin representación institucional a los ciudadanos?, ¿al reiterativo juego de esas dos desastrosas opciones dinásticas, PSOE-PP, que no son opciones aunque sean muy dinásticas?

En España el fin del ciclo económico que se avecina se suma al fin del ciclo de la oligarquía partitocrática de los dos citados y sus acólitos nacionalistas, que siguen dispuestos a repartirse con presteza el presupuesto, a ocupar las poltronas y a complicarnos la vida a todos. En lo político seguirá acentuándose la crisis del sistema sin que por ello se planteen mayores problemas en los estados mayores de la partitocracia reinante. Pese a las alarmantes señales de ruptura y quiebra que afloran en todos ellos.

Y es que en la mayor parte de las oligarquías partidarias se extienden las querellas internas y se acentúa la disgregación. Así, tal como lo hemos visto durante los últimos meses y años, el PP y el PSOE, pero también el PNV y los ERC, EA, IU, CiU, etc..., continuarán desarticulándose y desestructurándose, a medida que los intereses de los caciques locales se sigan imponiendo a sus inexistentes estrategias generales. El ciudadano no cuenta, el país se da por amortizado y a la democracia, ni se la ve ni se la espera.

Es el momento de intensificar la difusión de los valores republicanos, de denunciar las imposturas y los abusos, de oponerse a los privilegios y a las mangancias de la Monarquía y sus acólitos, sean estos de “derechas” o de “izquierdas”. Zapatero y su PSOE no son mejores que Aznar y el PP no es alternativa a nada. Y los nacionalistas, por definición, no pueden aportar las soluciones generales.


Salud y República Constitucional

Publius (Miembro del CR3)