20 diciembre, 2011

España, ¿al sumidero?



Finaliza 2011 y lo hace con tintes apocalípticos para los españoles, la palabra que mejor define nuestra actualidad es CRISIS:
- crisis económica, con un paro galopante, con el sector de la construcción en ruina catastrófica, con el     sector financiero cuasi en la bancarrota y con el sector del comercio y servicios bajo mínimos.
- crisis política, con el descrédito de los partidos políticos al alza, luego de dos legislaturas dominadas   por la inanidad absoluta y sectaria de los socialistas, trufada de corrupción y auge del nacionalismo paleto, que en España se caracteriza por la cortedad de miras, la avidez y la soberbia.
- crisis institucional, con una monarquía tambaleante y choriza y una estructura constitucionalmente autonómica con aluminosis severa.

Durante este mes de Diciembre que termina, nuestro compañero Lorenzo Alonso ha publicado en el Diario de la República Constitucional una serie de tres artículos en los que disecciona el denominado Sector Público que, por su rabiosa actualidad y calidad contrastable, publicamos a continuación:

El Sector Público español: la expansión

Hoy día nadie discute que el Sector Público presta un gran servicio a la economía cuando, a través de su regulación, garantiza que las relaciones económicas se desarrollen en libertad, en un escenario de concurrencia y de competitividad (José T. Raga)1, corrige las externalidades negativas generadas en la producción privada y crea instituciones aseguradoras imprescindibles.
Pero los Gobiernos, a través de sus Administraciones Públicas y de toda una fauna de Entes públicos (como veremos más adelante), han ido interviniendo en todas las esferas de la vida, han pasado de ser meros vigilantes y conservadores de la ley y el orden a estar presente en todas partes, en todos los rincones de la sociedad: educación, cultura, sanidad, seguridad social, agricultura, minería, pesca, industria, comercio, transportes, banca, abastecimiento de agua, recogida de basuras, etc. Hace muchos años el economista alemán Adolph Wagner ya advirtió del peligro de inercia que había en la evolución de las actividades realizadas por el sector público, incluso pronosticó que el aumento del gasto público era más rápido que el aumento de la producción del país (Ley de Wagner).

Cualquier necesidad de los seres humanos susceptible de cubrirse a través de un grupo humano organizado es susceptible de ser organizada y/o intervenida. Pero en este punto no hay que olvidar nunca que, como decía John Maynard Keynes: el papel del Sector Público no consiste en hacer lo que los particulares están haciendo ya, en hacerlo un poco mejor o un poco peor, sino en hacer lo que no están haciendo los particulares y, sin embargo, es necesario hacer (Leopoldo Gonzalo y González)2.

Están lejos aquellos tiempos en los que el mismo Joseph A. Schumpeter se asustaba porque el Gobierno controlaba el 5% del PIB. ¿Qué pensaría de la España actual en la que ese porcentaje ronda el 43%? Poco a poco el Estado y su burocracia se hicieron portavoces de la justicia social, uniendo la seguridad y la justicia a costa de la libertad, prometiendo proporcionar a los más desfavorecidos los servicios elementales4. La idea rectora era tratar y cuidar a los hombres desde la cuna hasta la sepultura, como cosas de su propiedad. Este exceso de protección neutraliza a la sociedad civil, convierte a las personas en eternos adolescentes y a la nación en un rebaño de animales tímidos, estabulados y fáciles de manejar por el pastor gobernante4.

Las Administraciones Públicas se han convertido en la forma esencial de la manifestación del poder político y en el principal instrumento con que el que cuenta el Gobierno para llevar a cabo su programa político y para intervenir en la economía nacional. Por eso diseccionamos sus entrañas.

A lo largo de las últimas décadas, las Administraciones territoriales, esas que han florecido en nuestra nación por debajo del Estado, han expandido sus competencias de forma impresionante, unas veces por delegación del Gobierno nacional y otras por propia iniciativa para incrementar su presencia en el 
entorno en que se implantó o por presión de los ciudadanos que acuden a la Administración más cercana.

Y cada uno de estos niveles de Gobierno ha ido montando su propia burocracia y sus propios aparatos administrativos. En España estos niveles están constituidos por el Estado, las Comunidades Autónomas y las Entidades Locales. Dentro del último grupo existen varios niveles: Diputaciones y similares, Comarcas, Mancomunidades y Municipios.
En la mayoría de estos niveles se reproduce el mismo esquema: Administración nuclear (Ministerios, Consejerías, Departamentos, Concejalías), Administración periférica (prolongación territorial de las demás Administraciones a través de Delegaciones regionales, provinciales, comarcales, de distrito o de núcleo de población), Administración funcional (Agencias, Organismos Autónomos, Entes Públicos, Empresas Públicas) y Administración corporativa (un conjunto de entidades de base asociativa que ejercen funciones públicas (Cámaras de Comercio, Colegios profesionales, Comunidades de regantes, Entidades sin fines de lucro que ejercen competencias públicas, etc.).


1 “De máxima urgencia” en la obra “Lo que hay que hacer, con urgencia” que coordina Juan Velarde, Actas 2011.
2 “¿Es posible reducir el déficit?” en la obra citada en la nota nº 1.
3 Capítulo XXVII: “El Estado Social y Democrático de Derecho” de “Historia de las formas de Estado”, el buey mudo 2010.
4 Capítulo XXXII: “El Estado de Bienestar”, en la obra citada de Dalmacio Negro en la nota nº 3.
08.12.2011
El Sector Público español: la expansión (2)

A las razones expuestas en la primera parte, se pueden añadir otras muchas para certificar que el Sector Público español se ha expandido hasta estos niveles insoportables para nuestra sociedad.
Las concepciones extensivas del servicio público y el sentimiento providencialista que muchos españoles tienen de papá Estado han inducido a que todo bien económico, que sirva para que los ciudadanos alcancen sus fines vitales, sea susceptible de ser provisto por las Administraciones Públicas. 

Muchas veces ni siquiera se analizan las posibles ofertas realizadas por otros agentes sociales ni el precio de ellas.

La utilización de los despachos públicos como escondite de una “casta política”, generada por el Estado de partidos y repleta de mediocres y de infinidad de chupones (1), y el comportamiento de los diversos clanes de burócratas que buscan incrementar su prestigio y su poder (William A. Niskanen) han perpetuado departamentos, órganos y entes innecesarios, absurdos y antieconómicos.

La impresionante fuerza de los “grupos de presión fiscal”, como son los sindicatos “subvencionados”, las organizaciones empresariales “subvencionadas”, los diversos grupos de interés, colectivos de contribuyentes o lobbies influyentes (Richard A. Musgrave), han logrado decisiones de política social o fiscal difíciles de justificar (ayudas a las energías renovables, a ciertos productos agrarios o a las instituciones financieras, inversiones faraónicas estilo AVE, etc.).

Incluso las formas presupuestarias tradicionales de corte administrativo han sido un coste añadido para el Sector Público español, ya que en pocas ocasiones los dirigentes públicos han mostrado deseos de poner en práctica técnicas presupuestarias modernas que evalúen desde cero los costes directos,
indirectos y de oportunidad de los servicios públicos prestados.

Como añadido a este pliego de cargos, en los últimos años se ha ido demostrando mediante estudios empíricos que el exceso de gastos públicos frena el crecimiento económico, pues no todo gasto público es bueno por sí mismo ni incrementa la demanda agregada (parte de él se puede ir la adquisición de bienes exteriores o a derroches efímeros e inútiles). También se ha demostrado que las formas de financiación de los diversos servicios públicos condicionan la vida de los ciudadanos (un IVA demasiado alto) o determinan una buena parte de los costes de nuestras empresas (las cuotas de la seguridad social), situación poco beneficiosa para crear empleo y para competir en el mercado internacional.

En definitiva, mantener toda esta selva administrativa es un “lujo” que nuestra economía no puede permitirse (pensad que en economía nada es gratis, alguien tiene que pagar la factura).

14.12.2011
El Sector Público español: las dimensiones

De las muchas formas que hay de medir su dimensión, hemos escogido el volumen de gastos e ingresos (expresado en sus presupuestos) de aquella parte del Sector Público calificado como Administración Pública, con los últimos datos disponibles a efectos comparativos. En el año 2011 (ó 2010 en su defecto) el volumen de gastos públicos previstos por el conjunto de las Administraciones Públicas (AAPP) representaba el 43% del Producto Interior Bruto (PIB 2011 actualizado: 1.065.811 M€):
Fuente: Ley estatal de Presupuestos, Estadísticas del Ministerio de Economía y Hacienda y elaboración propia


Si la medida se realiza desde el lado de los ingresos previstos, esa parte de la renta nacional que las diversas AAPP detraen de los bolsillos de los ciudadanos a través de tributos y cuotas sociales, el porcentaje se queda en el 34,5% del PIB:
Fuente: Ley estatal de Presupuestos, Estadísticas del Ministerio de Economía y Hacienda y elaboración propia

Desde el punto de vista presupuestario, en las cifras de los cuadros anteriores no se incluyen las operaciones financieras: los gastos en activos financieros (adquisición de participaciones en sociedades o fundaciones públicas, dotaciones a Fondos de reserva u otros o concesión de préstamos, por valor de
21.943 M€) y los gastos en pasivos financieros (amortizaciones anuales previstas de la deuda pública en general (préstamos, letras, bonos, obligaciones, etc. por valor de 58.189 M€); ni los ingresos poractivos financieros (reintegro de préstamos y de Fondos por valor de 17.488 M€).
Desde el punto de vista orgánico, tampoco se han tenido en cuenta las previsiones de gastos y de ingresos de todo la maraña de Entes Públicos calificados como entidades empresariales o fundacionales (Agencias, Comisiones, Consorcios, Fundaciones Públicas, Entidades Públicas Empresariales, Empresas  Públicas  propiedad  de  dichas Administraciones Públicas, etc.) fugados de la disciplina presupuestaria (sus previsiones de gastos no aparecen en estos agregados). En diversos artículos hemos hecho mención a este fenómeno. A modo de ejemplo, el grupo de sociedades y entidades públicas empresariales manejó 33.288 M€ (Cuenta de producción) durante 2008 (en el Informe “Cuentas de las Empresas Públicas, 2008” de la Intervención General del Estado se puede ver el inventario de todos estos Entes).

De estos datos se pueden extraer, a primera vista, estas conclusiones:

1. a través de las AAPP españolas, en 2011, se pensaba asignar casi la mitad del PIB nacional (si tenemos en cuenta todos los gastos previstos, financieros y no financieros).

2. las AAPP españolas, en su conjunto, preveían un déficit presupuestario de 57.812 M€, un 5,4% del PIB (3,8% el Estado, 1,40% las Comunidades Autónomas, 0,13% las Entidades Locales); ya se verá si al final del ejercicio logran mantenerse por debajo del 6% pactado con la Unión Europea;

3. las AAPP españolas, en su conjunto, preveían unas necesidades de financiación (financiación del déficit anterior más la amortización de deudas más/menos el saldo de activos financieros) de 120.456 M€, un 11,3% del PIB; al final del ejercicio ya se verá cuánta financiación externa han necesitado realmente y el volumen de Deuda Pública en circulación.

4. el Estado sigue siendo nominalmente el mayor agente público. Pero dentro de sus presupuestos se incluyen las partidas de los intereses de la deuda pública que beneficia a los otros niveles de administración, de las pensiones públicas, de las prestaciones por desempleo y de la aportación a la financiación de la Unión Europea. Si, a efectos comparativos, se deducen estas partidas, se vería que el Estado maneja menos presupuestos que las Comunidades Autónomas.

5. las Comunidades Autónomas son los verdaderos agentes del gasto público. Pero, a pesar del nuevo sistema de financiación, dependen de los ingresos de las otras AAPP (sobre todo del Estado y de las Diputaciones Forales en el caso del País Vasco).


¿Por qué esta serie de artículos sobre el Sector Público español?:
El pasado mes de noviembre se publicó en el Diario Oficial de la Unión Europea (23/11/2011) la Directiva 2011/85/UE del Consejo de la UE (entra en vigor la los 20 dias de su publicación) que da instrucciones para la elaboración de los marcos presupuestarios a medio plazo (planificación presupuestaria a tres años); la disponibilidad pública de datos presupuestarios: mensualmente para los subsectores de la Administración Central, las Comunidades Autónomas y la Seguridad Social, trimestralmente para el subsector de las Corporaciones locales; y la relación de todos los organismos y fondos de las Administraciones Públicas. Además, éstas deberán publicar todos sus pasivos contingentes (préstamos morosos, garantías concedidas y demás pasivos resultante de su actividad) así como la participación de ellas en el capital de sociedades públicas y privadas.
Por eso creemos importante que nuestros lectores conozcan un poco nuestro Sector Público.
20.12.2011

12 diciembre, 2011

El ocaso de la transición: apertura o búnker


El ocaso de la transición: apertura o búnker

Manuel Muela



En un comentario reciente decía que la crisis española estallaba en el ocaso del régimen de la Transición y que ello ocurría en un momento de quiebra del orden europeo, concretamente de la Unión Europea y de su moneda, el euro. Sobre esto  último ya he expresado diferentes opiniones, que ratifico a la vista de los resultados de la cumbre europea del fin de semana. Probablemente, habrá que volver sobre ello. Hoy debemos centrarnos en la política nacional, que inicia una semana en que se constituyen, por fin, las Cortes, como paso previo a la entrada del nuevo gobierno en días posteriores. 


Todavía no conocemos sus propósitos, pero sí sabemos que las elecciones de las que trae causa han dejado maltrecho uno de los pilares del régimen de la Transición, el PSOE. El otro pilar, el de los nacionalistas burgueses vascos y catalanes hace tiempo que se resquebrajó; quedan la Monarquía, un poder fáctico menguante, y el Partido Popular con su mayoría parlamentaria. Todo este conjunto, hoy desunido y decrépito, ha representado y mantenido el orden establecido después de la muerte del general Franco hace 36 años. Parece llegado el momento de soltar amarras y liberar a España de un corsé que dificulta su salida al mar abierto de la democracia y del buen gobierno.

A modo de recordatorio para los más jóvenes, importa señalar que la Constitución de 1978 fue, en realidad, una carta otorgada para alcanzar metas mínimamente democráticas y constitucionales, que nos homologaran con el contexto europeo de entonces en el que los países dominantes tenían interés en tutelar la transición española para separarla del proceso revolucionario que se vivía en el vecino Portugal, proceso que posteriormente fue también reconducido. Por eso, sin desdeñar sus contenidos formalmente democráticos, el texto otorgado garantizaba claramente la posición de sus hacedores: la Monarquía, los dos partidos políticos nacionales, la entonces UCD y el PSOE, y los nacionalistas catalanes y vascos, cerrando la posibilidad a cualquier intento constituyente futuro. Precisamente, para blindarse contra los cambios se arbitraron unos mecanismos de reforma constitucional muy exigentes hasta el punto de hacerla casi inviable, salvo acuerdo de los dos partidos nacionales como ha sucedido recientemente Quedó así consumado el reparto de poder del Estado y perfectamente acotado el terreno de juego en el nuevo orden constitucional. La Constitución fue aprobada en diciembre de 1978 en un referéndum con una magra participación, poco más del 64 por 100 del censo electoral.

Durante más de treinta años se ha vivido una transformación social y económica innegable de nuestro país, gracias a la prosperidad europea y a la liberalización de la economía española. Los recursos han sido ingentes tanto europeos como internos, sobre todo estos últimos por el esfuerzo fiscal de los españoles. Casi todo ha cambiado menos el Estado, o mejor dicho la maquinaria pública en poder de la partitocracia. Esta se ha mantenido inalterada en manos de los partidos, que han extendido sus redes clientelares de forma que ninguna institución ni  actividad relevante ha quedado fuera de su control. El régimen autonómico ha sido un instrumento perfecto, junto con la sintonía casi servil con los detentadores del poder económico y financiero del país. No parecía posible que ese Titanic, flotando en una sociedad conformista y poco exigente, pudiera hacer aguas. La denominada monarquía
parlamentaria española era la versión actual de la monarquía burguesa de la Francia de Luis Felipe, sostenida bajo el lema de “enriqueceos”. Sin embargo, la inundación ha llegado: después de los chispazos y advertencias de mediados de los años 90, que no se tomaron en consideración, ha hecho crisis un modelo carcomido por su alejamiento de la sociedad y por el espejismo del dinero fácil. La bajada de la marea ha dejado al descubierto nuestras carencias económicas y sobre todo políticas.

La aguda crisis de uno de los partidos dinásticos, el PSOE, unida a la decadencia ostensible de la propia monarquía, atrapada entre su arcaísmo y su falta de ejemplaridad, añaden más leña al fuego del cambio constitucional necesario del Estado en España; tarea que, junto con otras, corresponderá 
iniciar a las nuevas Cortes y al gobierno que surja de las mismas, aunque no estuviera entre sus propósitos. El proyecto de reconstrucción nacional política y económica, que nadie niega, no puede llevarse a cabo con los mimbres maltrechos de las viejas políticas y de las instituciones caducas: la ordenación de la economía, la austeridad del poder público y la educación del país no pueden ser capitaneados con garantías de éxito sin enfrentar la revisión del modelo de la Transición. El mandato de los españoles, hastiados y aturdidos, parece claro, teniendo en cuenta las limitaciones de elección del sistema.

Ahora que tanto se habla de refundaciones, de Europa, del capitalismo, de la globalización, no estaría de más que se intentara la revisión del modelo español que, contra lo que sostienen sus defensores y beneficiarios en cada uno de los homenajes que se dan, ha quedado anegado por la incapacidad y por la corrupción. Se dirá que la nueva mayoría parlamentaria forma parte de ese modelo; y es verdad, pero también lo es que en las circunstancias críticas de cualquier Estado moderno, y ésta es una de ellas, quienes tienen el poder pueden abrir las puertas a los cambios o pueden levantar muros frente a los mismos. Ese es el dilema del tiempo político inmediato.

Publicado en "vozpopuli.com", el 11/12/2011

08 diciembre, 2011

Una mujer valiente.


Este artículo apareció en la edición de 'El Mundo' del 6 de diciembre de 2011 y en la web de UPyD.
Por su indudable interés, lo reproducimos íntegro:

LA TRAICIÓN REVELADA


He dudado mucho antes de sentarme a escribir este artículo porque siento un profundo desasosiego ante la cuestión que voy a abordar. Nunca se está suficientemente preparado para conocer y reconocer el mal; siempre se abriga una esperanza, aunque sea ligera, de que las cosas no sean tan horribles como aparentan. Pero llega un momento en que no cabe ya albergar ninguna duda. Es ese momento en el que quien ha hecho el mal se siente impune, presume de sus fechorías e incluso quiere ganar dinero con el relato de las mismas.


El golpe llega cuando el macguffin de la paz deja de ser tal y se convierte en espanto; la bofetada, inmisericorde, golpea cuando lo perpetrado por quienes tienen el encargo de velar por que se cumpla la ley y se haga justicia hacen cosas que serían perseguibles de oficio en cualquier país en el que la separación de poderes fuera algo más que una declaración constitucional.
Pero el shock definitivo se produce cuando ese complot contra el orden instituido se pone en evidencia y nadie reacciona, y no pasa nada.


Hago estas consideraciones tras leer las dos primeras entregas del diario de la negociación entre el Gobierno y ETA escrito en comandita por el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, y el periodista de cabecera de José Luis Rodríguez Zapatero, Luis Rodríguez Aizpeolea. Dos hombres que estuvieron en los pormenores de la traición tantas veces negada y tantas veces consumada por el Gobierno socialista y el PSOE. Dos hombres que cuentan ahora con todo lujo de detalles lo que hicieron mientras lo desmentían e insultaban de paso a quienes lo denunciábamos y criticábamos; no me sorprende que los que nos vendieron ante ETA quieran vendernos ahora su historia de indignidad y sacar suculentos dividendos con ello.


Pero me asusta la falta de respuesta democrática ante estos hechos; me da más miedo el silencio que la propia traición. Es, una vez más, el síntoma de una sociedad democráticamente imberbe, falta de cuajo, necesitada de una
profunda regeneración. Una sociedad decente no aloja en su seno gobernantes dispuestos a mentir en nombre de una paz que no encierra sino la renuncia a defender los valores democráticos. En un país que se respete a sí mismo no hay espacio para quienes traicionan los principios democráticos; tampoco lo hay para quienes por cálculo y/o por cobardía callan y otorgan.


El silencio tiene muchas caras. Quizá haya quien calla porque espera repartirse dividendos, aunque se opusiera cuando el proceso de claudicación ante ETA estaba en marcha; otros piensan que el fin justifica los medios, así que si ETA no mata no vale la pena pensar cuál ha sido el precio pagado. Luego están los que se buscan una coartada para no hablar del asunto, los que prefieren mirar para otro lado mientras se proclaman amantes de la paz. Son esas gentes que lo único que buscan es que les dejen en paz, seguir con su vida, no comprometerse con nada ni con nadie; son los que prefieren olvidar que centenares de españoles, conciudadanos suyos, arriesgaron y perdieron la vida para defender sus libertades.


Están también los que han llegado a la conclusión de que los enemigos de la paz somos nosotros, los que no estamos dispuestos ni a olvidar ni a callar; nos llaman intransigentes y nos culpan del mantenimiento del conflicto; a veces son los mismos que siempre acompañaron la estrategia de mimetizarse con la bestia para humanizarla; algunos nos odian más que a ETA porque no les dejamos que vivan en paz con su mala conciencia y con su mentira.


La historia de la indignidad de principios del siglo XXI en España tardará tres o cuatro generaciones en escribirse. Hará falta tiempo para que tomemos distancia, para que los protagonistas no se sientan culpables por acción u omisión, para que puedan hablar de ello sin pedir perdón en primera persona.
Y es que la historia de la indignidad tiene algunos nombres propios, pero los protagonistas han hecho su trabajo miserable porque una ingente mayoría de ciudadanos cobardes lo han permitido. Por eso digo que hace falta tiempo para que alguien cuente a nuestros nietos la verdad de este tiempo oscuro; porque quien más y quien menos ha sido cómplice de la felonía.


Sé que mucha gente que me tiene simpatía preferiría que no escribiera sobre estas cosas. Habrá quien me llame exagerada, quien me recrimine la crudeza de los términos que empleo, quien me acuse de no ser objetiva por ser vasca... Pero me consta que hay muchísimas personas que no tienen una tribuna en la que decir lo que piensan y que se encuentran tan aturdidas y avergonzadas ante la traición desvelada como yo; por eso no callaré.


Aunque a nadie represento, no callaré en nombre de los más de 300 crímenes de ETA que aún no han sido juzgados; no callaré en nombre de todos los que siempre creímos que con ETA no cabe negociación política alguna, que si se empieza a hablar con la banda terrorista de una sola de las reivindicaciones en cuyo nombre instauraron la primera víctima ya se ha traicionado a la democracia; no callaré en nombre de los que nos negábamos a creer que el PSOE pudiera caer tan bajo; no callaré en nombre de tantos compañeros y amigos que fueron asesinados por ETA mientras la banda hablaba con sus jefes de filas; no callaré en nombre de tantos hombres y mujeres buenos que vinieron desde pueblos remotos de España a recoger a sus hijos muertos, a sus maridos asesinados, a sus hermanos, a sus padres...; no callaré en nombre de todos esos nombres propios que no conocemos, de todas esas fotos de carné en blanco y negro que nos recuerdan cada día que hay asesinos vivos que aún no han sido juzgados, que aún no han pagado por sus crímenes.


No callaré porque un día creí en alguno de ellos, de los culpables de la traición; no callaré porque creí que me decían la verdad quienes siguen dirigiendo el Partido Socialista Obrero Español; no callaré porque me mintieron cuando pregunté si estaban negociando con ETA en el 2004, en el 2005, en el 2006... No callaré porque nos engañaron a todos, porque siguieron negociando mientras los cuerpos de las víctimas aún estaban calientes; no callaré porque lo hicieron premeditada y alevosamente, porque fueron cobardes y mentirosos, porque nos faltaron al respeto. No callaré porque hemos de defender la democracia de sus enemigos y también de aquellos que no están dispuestos a protegerla.


Tampoco callaré ante el silencio estruendoso de quienes tienen más voz que yo pero prefieren callarse. No callaré ante la hipocresía ni ante el cálculo partidista; no callaré para tener la fiesta en paz; no callaré si se empiezan a archivar expedientes, si se pone sordina, si se extiende el cloroformo, si deciden que por la paz un avemaría... No callaré mientras haya un solo crimen de ETA sin juzgar, mientras una sola familia no haya podido hacer su duelo, no conozca el nombre de los asesinos de sus seres queridos, no haya sido recompensada por y con la justicia.


En España convivimos bien con la mentira; fíjense que nuestro particular Chamberlain y su estratega ni siquiera reconocieron que hubieran viajado a Múnich y a pesar de la mentira y de sus consecuencias millones de españoles siguieron votándoles. Es desolador, lo sé; pero yo me niego a aceptar que no nos quede otro remedio que vivir en una sociedad que no se avergüenza de su indignidad colectiva; sé que existen millones de españoles esperando una señal para despertar de este letargo que les ha llevado a considerar la baja calidad de nuestra democracia más como una atmósfera que como un accidente, que diría Chesterton. Por eso, porque tengo fe en el ser humano, sigo escribiendo sobre estas cosas. Por eso y porque hay 852 conciudadanos nuestros que ya no pueden hacerlo y que fueron asesinados para que otros pudiéramos seguir disfrutando de nuestra vida en compañía de nuestros seres queridos.

Rosa Díez, diputada nacional y portavoz de Unión Progreso y Democracia.

27 noviembre, 2011

Desistalando la Corona


Este artículo, debido a la pluma de David Gistau, se publica hoy, 27 de Noviembre, en "El Mundo". Por su interés y donosura merece su transcripción en este blog, ya que el periódico de inserción no lo recoje en su edición digital gratuita. (cliquear en el título del post para comprobarlo)
Desistalando la Corona


EN SU DECADENCIA, para nuestra monarquía es una suerte que el concepto republicano se haya quedado enquistado en una izquierda montaraz, de inspiraciones anacrónicas. Es una consecuencia de la propaganda que simplifica España, con el pretexto de la Guerra Civil, como un choque entre democracia republicana, izquierdista por definición, y la derecha toda, fascista por naturaleza y hasta por unidad de destino en lo universal. El caso es que sólo eso permite a la monarquía acogerse a sagrado todavía en la coacción de que sólo una corona impide que España sucumba a inestabilidades latentes a las que, sin un padre tutelar, estaríamos abocados por costumbre histórica.


Siempre he pensado que el impulso hacia otro régimen pasaría necesariamente por desligar el anhelo republicano del Frente Popular y la tricolor, de la fuerte caracterización sectaria. Y manejar una noción de República liberal, sin carga ideológica fundacional, en la que el jefe de Estado es elegido por sufragio universal entre partidos de izquierda y de derecha, como en Francia. La monarquía perdurará mientras la palabra República, como en un reflejo de Paulov, evoque checas y milicianos, pasado podrido. Cada vez que un tarado saca una tricolor junto a otra bandera con la hoz y el martillo, concede a la monarquía una renovación de la simpatía popular, pues la Corona vuelve a ser vista como la vacuna contra el 36.


Estoy anticipando algunas reflexiones livianas que se volverán vigentes dentro de no mucho tiempo, cuando esta monarquía termine de autodestruirse. Sin duda habrá un repunte de afecto y adhesión por la dignidad de los años postreros del viejo rey, el último que se creyó su oficio, y que ya aparece con 
unas gafas como las de José Feliciano para suavizar estragos y relatos de torpeza. Pero después, en un país que, si termina de evolucionar, no tendrá ya una relación gregaria con su corona, la tarea dependerá de un pijo convencional con pinta de calzonazos del que algunas decisiones de vida 
demuestran que sólo se cree su oficio en la parte de los privilegios.


Y la monarquía culminará un proceso que se acelera propiciado por el final de la omertá periodística: el de degeneración hacia lo Grimaldi. No sé si Carmen Rigalt me aprobará grimalización, que no puede decirse con un polvorón en la boca. Yernos que salen en carretilla del museo de cera, caraduras que se lo llevan crudo, especulaciones anoréxicas, cuñadas que no se hablan, malvadas de cuento, osos borrachos, intrigas. Sólo falta que alguien se vaya a vivir con un guardaespaldas o un trapecista. 


Mientras, y por si acaso, que la izquierda expectral vaya devolviendo, para que sea compartida y modernizada, la aspiración republicana, Vive la France!

10 octubre, 2011

Libertad Constituyente, la radio del MCRC


Desde el lunes pasado, día 3, el MCRC tiene presencia en las ondas:

Radio Libertad Constituyente 


Estructura de 'Libertad Constituyente':
 
 Dial : 107.0 de la FM de Madrid.
 
 Horario : De 8 a 10.30 y de 00.00 a 02.30. De lunes a sábado.
 
 Teléfonos para las preguntas a D. Antonio García Trevijano

91 575 72 32  y 91 575 77 98

EMPIEZA o ACABA el día con

LIBERTAD CONSTITUYENTE

te aconseja el CR3

En la barra de la derecha hay un enlace a la fonoteca de Radio Libertad Constituyente.

31 agosto, 2011

Un agosto tórrido

En agosto nunca pasa nada, ¿nada?, veamos:


Por lo pronto, fue caluroso como siempre; vean, vean: 


El día 10 pasamos de los 40º C...



Del 16 al 21 se celebró la Jornada Mundial de la Juventud:

El día 17, víspera de la llegada del Papa, se celebró una manifestación laica, ciudadana y respetuosa, en protesta por la financiación del evento religioso. Vean:

Me sorprendió que respetuosos y laicos ciudadanos llamasen a personas con edad de ser sus hijos o nietos, ¡pederastas!, fijo que influyó el calor...
Finalmente y debido al calor ambiental, resultó perjudicado el pobre oso, que no se metía con nadie...
Y llegó el vicedios y la corona osciló emocionada...
Entre otros edificantes actos Benedicto celebró una multitudinaria Eucaristía en Cibeles...
Y su ejemplo iluminó a determinados funcionarios...
Y, esa noche, Madrid vivió un aquelarre eucarístico, ¿qué no?
Ya se sabe, los españoles siempre más papistas que el Papa...
Y el Barça volvió a ganarle al Madrid y Mouriño buscó la paja en el ojo ajeno...
Y algunos le rieron la gracia que, ya se sabe, hay gente pa tó...
Y para rematar este tórrido y movido mes de agosto, nuestros "señoritos" deciden reformar la denominada carta magna, sin contar con "el ganao", es decir con el llamado "pueblo soberano", pero esto se lo explicará mejor D. Manuel Muela, que a mí, con la caló, me ha dado la risa floja...

El secuestro de la democracia en España





Si alguien tenía la esperanza de que la democracia se recuperase en España de la mano de estos políticos y de estos partidos habrá quedado chasqueado: la reforma constitucional anunciada por los dos partidos dominantes es una operación de imagen, probablemente baldía, para defender ante propios y extraños la capacidad de un sistema político, carcomido por la partitocracia, que desprecia a los ciudadanos y que utiliza sus tribulaciones para venderles elixires curalotodo. Por eso, no es extraño el desapego y la irritación creciente de parte de la sociedad ante tal estafa.

Quienes proponen esta reforma constitucional, cuyo contenido no es más que un breve recordatorio de algunos principios de buen gobierno, saben de su inutilidad, si no se hacen los cambios constitucionales necesarios para ordenar seriamente el Estado y para vigorizar el poder público. Es como trazar una raya en el agua de la tormenta económica. También lo saben, y si no lo averiguarán pronto, los inversores y los llamados mercados, para los que la crisis española es una pieza de caza mayor en la cacería del euro y de la unión monetaria europea, sobre cuya ruptura o desaparición se cruzan ya apuestas. Tampoco parecen ajenos a este enjuague los capitanes de la Unión Monetaria y del Banco Central Europeo, los de la carta-ukase secreta, atrapados en el laberinto de la crisis financiera, producto de la expansión crediticia que estimularon con entusiasmo. Por ello, parece justificado huir de los consejos turbios y de las amalgamas imposibles y enfrentarse a los problemas con energía, claridad de ideas y autenticidad democrática.

Creo que para abordarlos, y no eludirlos con meras campañas de imagen como la que nos ocupa, conviene insistir en que la crisis española, salvo demostración en contrario, es política y económica y trasciende a la internacional, aunque es verdad que ésta ha creado una situación crítica en Europa que agrava nuestros males. Pero en tanto no se reconozca así, seguiremos condenados a ser rehenes de la estulticia y del instinto de supervivencia de un sistema cuyo único objetivo es resistir. La meta ahora es procurar la sustitución del gobierno en las elecciones anunciadas y ya se verá. Aunque todos saben que el problema es de mayor enjundia, nadie quiere asumir el fracaso de un modelo político y económico que ha agostado para largo tiempo las ilusiones de los españoles.

Un Estado hipertrófico

En lo político tenemos los españoles un Estado hipertrófico, producto y cosecha de la Constitución otorgada en 1978, que ha engordado a lomos de la bonanza económica y del esfuerzo fiscal de sucesivas generaciones, y que ahora se nos muestra incapaz de responder a las necesidades de sus ciudadanos: las múltiples y variadas administraciones públicas, ansiosas otrora de competencias y presupuestos, se desgañitan sobre sus penurias actuales y su incapacidad para atender los compromisos; pero, eso sí, la estructura política existente es sagrada y ninguno plantea su cambio o simple abrogación.

En lo económico, sufrimos el desmoronamiento de un modelo excesivamente especulativo, que tiene malherido al sistema crediticio y que ha devastado el tejido empresarial. La recuperación tardará porque nuestras capacidades financieras y educativas están muy mermadas, aunque si se insuflase algo de seriedad y ejemplaridad por parte de las clases dirigentes, la sociedad conseguirá salir del pesimismo y de la desesperanza, sobre todo si no se ve tratada como una menor de edad, con espectáculos como el de esta proyectada reforma constitucional y otros parecidos que pueden venir en los meses próximos. Parece que nos aguardan grandes tardes de gloria.

Lo sucedido y anunciado en estos días es tan burdo y tan poco democrático que hasta algunos componentes del sistema de partidos y de sindicatos han elevado sus protestas, incluso los del partido del gobierno, que patrocina la reforma. Bien es verdad que protestan contra tal reforma, pero no hacen ni la menor mención a los cambios constitucionales que sí podrían oxigenar la vida pública. De todas maneras, las protestas no pasarán de un pequeño lío de familia y todo el mundo votará sumiso la propuesta de reforma constitucional, porque la han fabricado en una noche los señores que hacen las listas electorales. Y, de momento, no hay más.

Después de año y medio de gobernar por decreto-ley, ahora se propone una reforma constitucional con métodos análogos. Lo que venga después no lo sabemos, desde luego nada bueno, porque con elecciones o sin ellas, si se persiste en el fraude democrático y en el embalsamiento de la crisis española, la incertidumbre seguirá dueña de nuestros destinos. Por eso, la democracia en España tiene primero que ser rescatada y luego reconstruida.

Manuel Muela.-  28/08/2011 (El Confidencial.com)


16 julio, 2011

Modorra estival...


Volvemos en Septiembre, pásenlo lo mejor que puedan.

14 julio, 2011

Una viñeta que escuece como una bofetada 2


Este post es el infausto colofón del publicado el 20 de abril pasado y de similar título. Agradezco al genio de Puebla y al ABC esta viñeta/editorial que escuece mi alma y maldigo al PSOE por haberla propiciado.

12 junio, 2011

Lo que importa


Debate Republicano publica el texto aparecido en el último número de Cuadernos Republicanos sobre la última obra de Antonio García-Trevijano. En estos momentos conviene centrarse  en los asuntos que verdaderamente importan.



LA TEORÍA PURA DE LA REPÚBLICA, DE ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO

La reciente aparición de Teoría Pura de la República ha sido el principal acontecimiento cultural del invierno de 2010-2011. Y casi me atrevería a decir que ha sido también el principal hecho republicano en esos últimos años, al menos en el ámbito de la teoría. Si bien, a este respecto, debe señalarse que la importancia teórica de esta obra desborda completamente el marco estricto del republicanismo, para situarse en el centro del mejor pensamiento político actual respecto a los grandes problemas de nuestro tiempo. Una posición central, por cuanto encara el análisis de la gravísima crisis política que se cierne sobre España y Europa en estos años primeros del siglo XXI.       

Y es que casi parecería que nada, absolutamente nada en esta originalísima obra, fuera casual.

En la portada, la reproducción de un clásico de la pintura flamenca del siglo XVI, el cuadro de Martín de Vos el “Rapto de Europa” (óleo sobre tabla de roble), que forma parte de la colección permanente de una de las más importantes pinacotecas de España. Se trata del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Es éste un museo realmente magnífico, lo que es más que notable ya que no carece de mérito ser un museo importante en pintura y escultura en un país como el nuestro, en el que se encuentra el Museo del Prado, con cuya sede, por cierto, guarda un sensible parecido el edificio del bilbaíno.

El cuadro procede de una donación de D. Horacio Echevarrieta (1870-1963) al museo de la Villa del Nervión, en 1919. Fue éste singular personaje un notable empresario de estirpe y tendencias republicanas. Su padre fue uno de los firmantes, en 1869, en Éibar, del Pacto Federal, en representación de Vizcaya. Y él mismo ganó en 1910 un escaño de diputado en Cortes por esa misma demarcación, dentro de la Conjunción Republicano-Socialista. Y mantuvo la condición de diputado hasta 1918, si bien en los últimos años en las filas del Partido Republicano Radical. Pero D. Horacio fue también el creador de “Iberia Líneas Aéreas” (1927), que le fue expropiada en 1944. Y fue el constructor del buque escuela de la Armada Española “Juan Sebastián Elcano”, o el creador del “Submarino E-1” (antecesor de los célebres U-Boot alemanes de la Segunda Guerra Mundial), con el que se arruinó. Y también fue el negociador de la liberación de los prisioneros españoles capturados en 1921, tras el desastre de Annual (Marruecos), rescate en el que se gastó de su bolsillo 5.000.000 de pesetas de las de entonces. Y fue muchas cosas más. Defraudado por los republicanos de 1931, y depurado por el franquismo, murió pobre y olvidado en Baracaldo, en 1963.

El rapto de Europa es, igualmente, uno de los grandes temas clásicos de la mitología griega que ha sido representado muchísimas veces en vasijas, vasos, mosaicos y cuadros. Tiziano, Rembrandt, Rubens, Veronés, Luca Giordano, François Boucher, Gustave Moreau, Picasso, Botero, y un largo etc., así como el citado Martín de Vos, lo usaron en sus composiciones pictóricas como motivo. Europa, hija de los reyes de Sidón (Fenicia), secuestrada por Zeus transfigurado en toro para enmascararse, es transportada a Creta. Allí, de su unión con el Padre de los Dioses, nacerían Minos, Sarpedón y Radamantes, según se cita en los fragmentos de Hesiodo, en la Ilíada, o en la Historia de Herodoto, textos todos ellos en los que se menciona el mito, si bien con variaciones, Posteriormente, el mito sería recreado por el romano Ovidio en las Metamorfosis, y dejó rastros en la Eneida de Virgilio, y en la Divina Comedia de Dante. La Europa de la mitología, al igual que nuestra Europa actual, que toma su nombre de la consagrada por el mito, también fue víctima de un secuestro.

Antonio García-Trevijano Forte nació en Granada, el 18 de julio de 1927. Su presencia activa en la política española data de los años 60’ del pasado siglo, en los que se reveló como un demócrata antifranquista en los ambientes de oposición a la dictadura, en los que pronto destacó por su energía y por su gran capacidad para el análisis y para la acción. Es también un republicano de estirpe y de tendencia. Pero es, sobre todo, un republicano confeso y convicto y, mucho más aún, es un republicano de convicciones y de ideas. De grandes ideas y de grandes ideales. Hijo de Registrador de la Propiedad ganó las oposiciones de Notario, una profesión apacible y respetable a la que su carácter rebelde le llevaría a renunciar en 1960, para dedicarse desde entonces al ejercicio de la abogacía y a su gran pasión, la política.

En 1968 fue el artífice de la comparecencia en Madrid de Jean-Jacques Servan-Schreiber, el gran oponente en Francia al “gaullismo”, lo que le valió el ser reconocido en los ambientes de oposición a la dictadura franquista. Seis años después, en 1974, organizó la Junta Democrática de España, integrando en la misma a los principales grupos contrarios al régimen de Franco, siendo elegido Coordinador de la misma, en reconocimiento al notorio liderazgo que ejercía en los medios de la oposición democrática. En esa condición  compareció ante el Parlamento Europeo de Estrasburgo para presentar en Europa a la principal organización antifranquista, en los momentos en que la dictadura se tambaleaba para finalmente caer. En 1976, en un paso más, se convirtió en el líder de la ruptura democrática para España, al conseguir la integración de la Junta Democrática con la Plataforma de Convergencia, uniendo así a toda la oposición antifranquista, y siendo elegido Coordinador de la nueva entidad.

Pero la salida de la dictadura española no siguió el camino de la ruptura democrática, sino la senda de la reforma interna del franquismo. Y en esa tesitura, García-Trevijano se vio primero abandonado y después traicionado, por los mismos partidos políticos que hasta entonces lo habían reconocido como su principal líder. El final de aquella historia es bien conocido. El régimen de la Transición sucedió al régimen de Franco con el heredero del dictador, el rey Juan Carlos, como cabeza visible de la nueva situación. García-Trevijano recibió los mayores denuestos, descalificaciones, injurias y agresiones, siendo incluso encarcelado para facilitar los pactos de la reforma política, y la monarquía parlamentaria se asentó para largos años con la Constitución de 1978. Fue hace unos 35 años. Yo lo vi y lo viví.

Y, sin embargo, García-Trevijano fue capaz de sobreponerse a tan durísima prueba. Derrotado, pero no vencido, mantuvo la cabeza serena y volvió a retomar el comienzo de la obra perdida, en lo que ya luego ha sido la obra de toda su vida. Perdió, sí, pero no por ello dejó de lanzarse de nuevo valientemente a la pelea, sin importarle para nada lo que había sido y lo que ahora era. Más curtido, experto y sabio, siguió participando activamente en casi todas las iniciativas de denuncia de la corrupción subyacente a la reforma franquista de Suarez, y en el desenmascaramiento de la acrecentada corrupción y de las prácticas autoritarias de los gobiernos socialistas de Felipe González (1982-1996).

Y poco a poco, sin abandonar nunca el activismo propio de su compromiso democrático, el veterano militante antifranquista se alzó también como un pensador político de la mayor altura. Dos grandes obras, como lo son El Discurso de la República y Frente a la Gran Mentira, así como otras más, alguna de ellas dedicadas a su otra gran pasión, el arte, le han catapultado a la primera línea del pensamiento político actual, en el que destaca principalmente por su teorización de la libertad política, de la democracia formal y de la República Constitucional, en casi todas sus obras pero, muy especialmente, en la que sirve de inspiración a este breve comentario, Teoría Pura de la República. Y es que el García-Trevijano mayor, en edad y en talento, a pesar de haber sido situado oficialmente en el papel de gran outsider de la política del presente, ha sido capaz por la propia fuerza de su intelecto y la fortaleza de su ideario democrático, de sembrar en la octava década de su vida, en el centro de la modernidad tecnológica y conceptual que es internet, una semilla de republicanismo que empieza a cosechar muchos nuevos seguidores, a los que se suman quienes conociéndolo nunca le habían olvidado.       

La última obra de Antonio García-Trevijano, Teoría Pura de la República, está subdividida en tres libros, dedicados, respectivamente a la actualidad de la Revolución Francesa, el primero, al Factor Republicano, el segundo, y a la Teoría Pura de la República propiamente dicha y a la República Constitucional, el tercero. Y en portada, como ya se ha comentado, la Europa víctima de su primer secuestro.

Pero ¿qué puede significar que Europa ha sido secuestrada?, ¿en qué sentido lo fue?, ¿cuándo y cómo fue secuestrada Europa?

La estirpe nacida del Zeus-Tauro y Europa tras el rapto de ésta daría lugar, como expiación por el pecado, a un linaje monstruoso y atormentado, el del Minotauro. Y de análogo modo, en castigo por la mistificación realizada, la gran revolución europea de referencia universal, la Revolución Francesa, daría  finalmente un fruto también monstruoso, el bonapartismo, progresismo para necios y liberalismo de especuladores y arribistas. Y, peor aún, con el tiempo crearía un linaje mayor torturado y torturador, el linaje totalitario de los nacionalismos y de las pasiones del igualitarismo, hipostasiadas en la Revolución Rusa de 1917, así como el linaje ni menor, ni menos angustioso y liberticida, de la partitocracia.

Una gran falsedad, una mascarada como la de Zeus trasmutado en toro, subyace a toda la historia política del continente europeo posterior a la Revolución Francesa de 1789. Una impostura para eludir la libertad política.

Muchas veces hemos visto, leído o escuchado un latiguillo que declara con impostada solemnidad el gran embuste de que “la Revolución Francesa” abrió al mundo los anchos caminos de la libertad. No, no fue así. Si se me apura, incluso afirmaré que fue justo todo lo contrario. Porque la francesa no fue ni la primera ni la única de las revoluciones modernas por la libertad y, además, la Revolución Francesa fracasó, y lo hizo del modo más completo posible. Porque la Revolución Francesa, pese a la muy abundante mitología en la que se la ha envuelto, no ha sido la más genuina expresión de las revoluciones por la libertad, aunque sí que ha sido, probablemente, la más publicitada de todas ellas. Y es que sus dramáticos perfiles, las trágicas alternativas de su desarrollo y la muerte sangrienta de muchos de sus protagonistas, nos siguen impresionando todavía hoy. Pero vistos los hechos más de cerca, y tras el espléndido análisis realizado por García-Trevijano en la primer parte de este libro, se aprecian perfectamente las dos notas indicadas: ni fue la primera revolución moderna, ni el éxito revolucionario es la nota característica que podemos atribuir al proceso iniciado en 1789.

La francesa no fue la primera Revolución por la libertad en los tiempos modernos La importancia de la Revolución Francesa no estuvo tanto en que fuese el inicio de la moderna libertad, sino que está en que significó la destrucción del Antiguo Régimen en Europa. Tras la Revolución, nada pudo volver a ser como antes, en ninguna parte, a causa del destrozo producido, no porque se hubiese avanzado gran cosa en cuanto a la libertad y a la democracia. De hecho ni siquiera se puede considerar seriamente que los revolucionarios franceses se planteasen la instauración de la libertad y la democracia como su gran objetivo. En realidad, la gran finalidad de la revolución, para la casi totalidad de los dirigentes revolucionarios que la lideraron, no fue otra que la limitación del despotismo. Como podemos apreciar en los discursos y obras de sus protagonistas, como Sieyès, Mirabeau, Danton, Saint-Just, Robespierre y otros, el gran objetivo de la Revolución era arrancar al monarca absoluto la mayor parte de las competencias legislativas, limitando así su despotismo. Pero no fue su objetivo el establecimiento de una libertad de la que recelaban prácticamente todos.

La Revolución Francesa fue una Revolución fallida que fracasó. Esto no es una objeción crítica o negativa. Sólo es una objetivación, por desmitificadora que pueda parecer. En general, la mayor parte de las revoluciones habidas en el mundo moderno en Europa y América, han sido revoluciones que terminaron fracasando, excepto una. Y la Revolución de 1789, en Francia, consistió en cambiar el débil despotismo de Luis XVI por la dictadura imperial de Napoleón, pasando para ello por el pantano sangriento de la dictadura jacobina y la colosal corrupción del Directorio, para recaer, de nuevo, en el despotismo atenuado de Luis XVIII, en 1815. Y es que, si grave fue el pecado de Napoleón de alzarse al poder apoyándose en la fuerza de las bayonetas, peor había sido el crimen de Robespierre, al pretender nada menos que elevarse a sí mismo a los altares (Michelet).

El inicio de la libertad política moderna en el ámbito de lo real, donde ha de situarse es en la Revolución Americana (1776). Una revolución que inspiró todas las revoluciones subsiguientes, incluida la Revolución Francesa y que, a diferencia de las revoluciones anteriores y posteriores, si que fue una revolución triunfante y logró establecer, no sólo un sistema de libertad bien asentada, sino que también supo crear la primera democracia moderna, fundando un régimen de libertad que aún pervive. Una revolución capaz de triunfar sobre el gran escollo en el que quedaron varadas las Revoluciones  Inglesas del siglo XVII, y en el que se hundieron las revoluciones europeas del siglo XIX: el escollo de la tiranía parlamentaria.

Sin embargo, en España, y en general en Europa, se ha dado a la Revolución Francesa una relevancia fundacional que no posee, y que sólo ha servido para producir severas distorsiones en la comprensión de lo que es un proceso de liberación y de avance de la democracia. Una distorsión que ha llevado a muchos a los extravíos más considerables. El más grave de ellos ha sido, seguramente, el de considerar al parlamentarismo más extremo, aliñado con sistemas electorales proporcionales de listas de partido -abiertas o cerradas, ¿qué mas da?-, como el non plus ultra de la democracia y de la libertad política. Europa ha quedado prisionera tras el secuestro intelectual padecido por la atribución a la Revolución Francesa de efectos fundantes de la libertad, y tras el secuestro material padecido a manos de un parlamentarismo despótico que niega la separación de poderes, elude la representación de los ciudadanos en los poderes del Estado, e impide la libertad política.

En la base de ese extravío, un gran embuste, una falsificación descarada y absurda situada en un momento trascendental de ese otro gran mito que es la Revolución Francesa. La mascarada de Zeus transformado en toro posee la grandeza lírica que las mentiras de la política europea contemporánea no alcanzan. Zeus, al menos, se dejó arrastrar por una pasión arrebatadora, como el amor. Por el contrario, los asamblearios franceses de 1791, lo hicieron por el cálculo interesado de la defensa de sus poltronas, por la pasión del poder. El gran embuste inicial, tras varias falsificaciones previas -como la ficción revolucionaria de la toma de la Bastilla, o la renuncia a los derechos feudales durante el Gran Miedo-, está en la explicación pública que dio la Asamblea Nacional respecto de la huida del Luis XVI, en junio de 1791. Capturada en Varennes, la familia real retorna a París como prisionera, pero... Pero a la opinión pública se le dice, contra toda evidencia, que el rey y su familia habían sido víctimas de un secuestro. La explicación oficial que, más que estrambótica, fue grotesca, tuvo como fundamento el pánico de los diputados al imaginar lo que podría suceder si se contaba la verdad al pueblo. La mentira se consagra como elemento fundante de una política condenada por ello mismo a la hecatombe. Al desastre de los pueblos y al desastre, muchas veces, de los propios dirigentes. La mentira se convierte en pulsión básica de la nueva política “revolucionaria”. Y se traslada a toda Europa de la mano del éxito publicitario de la revolución y de los éxitos militares del ejército francés.

En España, por ejemplo, también tenemos algunas grandes falsedades, como la del “doliente” Fernando VII, “cautivo” en Valençay, a la par que “ardiente seguidor de los trabajos de las Cortes de Cádiz”, que se difundió en los ambientes gaditanos entre 1810 y 1812, para decepción y quebranto de los constitucionalistas patrios en 1814. O la gran mentira europea de un Bonaparte liberador de Italia, en la campaña de 1796-1797. O la falsedad, de nuevo española, de la Reina Regente Mª Cristina presentada, entre 1833 y 1837, como ferviente liberal. O la falsedad del “consenso democrático” auspiciador de la Monarquía Parlamentaria de Juan Carlos I.

Pequeñas grandes mentiras, aquí y allá, que palidecen ante el embuste de la representación del pueblo en cámaras legislativas reservadas a las oligarquías de facción o partitocráticas, o ante el embuste de una falsa libertad política escamoteada siempre en constituciones que sólo lo son de nombre, pues ni siquiera separan los poderes del Estado. Constituciones que sólo han fundado regímenes de gobierno que han impedido siempre la libertad política y la democracia.  

Porque la libertad política, tal como la lograron establecer los constituyentes norteamericanos de 1787, no es otra cosa que ese derecho colectivo, básico y principal, que funda la posibilidad efectiva de todos los derechos civiles. La libertad política es el derecho de elegir y deponer a los gobernantes de modo que, como dijo Jefferson, no seamos nosotros quienes temamos a nuestro gobierno, sino que sea nuestro gobierno quien nos tema a nosotros. Una libertad fundante que, basada en la verdad y no en la mentira, encuentra su más firme garantía en el concurso de los ciudadanos para su sostenimiento para que, como bellamente expresa el pensamiento político norteamericano, todos los hombres estén prestos para defender los derechos de cada hombre y cada hombre esté presto para defender los derechos de todos los hombres.  

Una buena constitución que asegure la separación y el equilibrio de los poderes del Estado, la libertad política y la salud de las instituciones de las democracia es lo que ha faltado en Europa, donde todos los países -salvo Suiza, excepción genial, y salvo Gran Bretaña, que carece de Constitución- llevan más de doscientos años cambiando de constitución casi de continuo en un siniestro drama de sentimentalismo y de cinismo. Un sentimentalismo que puede conocer el valor de todo, pero que ignora el precio que hay que pagar por cada cosa, y un cinismo que puede ser buen conocedor de todos los precios, pero que ignora el verdadero valor de las cosas.

Y no es que el hacer una buena constitución fuera una tarea especialmente difícil y compleja en el pasado, ni que lo sea hoy en día. Otros lo pudieron hacer hace más de doscientos años. Y, como entonces, bastaría con establecer una clara separación de los poderes, del Estado, dotándolos de independencia entre sí, y de equilibrio, para que puedan contrapesarse y frenarse adecuadamente unos a otros. Para lograrlo, cada uno de ellos ha de obtener su legitimación en la elección popular directa, de modo que sean representativos de los ciudadanos, sin interferencias partidarias, sin listas electorales mediatizadoras. Candidaturas personales en distritos uninominales para la elección del Poder Legislativo, sin proporcionalidades que sólo sirven para vaciar de contenido el derecho de los ciudadanos a la representación. Y elección nacional directa por los electores, del Jefe del Poder Ejecutivo. En suma, la República Constitucional, tal como la ha formulado Antonio García-Trevijano, único sistema de gobierno que hace posible la democracia formal.

Frente al marasmo del pantano enfangado en que se ha ido hundiendo la política europea de los últimos dos siglos, hay un factor republicano a destacar. Un factor agente que pugna por sobrevivir e imponerse en el mundo oscuro de la falsedad partitocrática y despótica de las mentiras del parlamentarismo. La sociedad política concebida como elemento de mediación situado entre lo que se ha dado en llamar el Estado y lo que se ha dado en llamar la Sociedad Civil. Un espacio a establecer firmemente para hacer posible la libertad política y la democracia en el presente. La República Constitucional, la gran propuesta política que ha formulado el pensamiento de Antonio García-Trevijano, constituye algo más que la posibilidad de resolver los problemas de la democracia política en nuestras sociedades. Es, también, la gran posibilidad de resolver el dramático deambular de los países europeos y de España aprovechando el nuevo tiempo de esperanza que se ha abierto con la crisis económica y financiera de los Estados de partidos, que éstos son incapaces de afrontar y de resolver sin hundir a los pueblos y países en que gobiernan. Porque, como dice García-Trevijano, “nada es hoy más vital para los europeos que optar entre un puro régimen de poder, con el Estado de partidos, o un sistema político de espíritu republicano derivado de la igualdad ciudadana en una democracia formal”.

No puede ser el propósito de este comentario resumir un texto grande en cuanto a su extensión material, y grandioso en cuanto a la intensidad del análisis de los conceptos de libertad y de democracia. Además, eso sería imposible. El texto de García-Trevijano deberá ser leído y releído para lograr su más cabal comprensión y dará lugar a fecundos debates, nadie lo dude. Este comentario sólo aspira a trasladar a otros el eco de las sugerencias e impresiones causadas por una obra que es magna. Magna en su concepción, en su desarrollo y en sus propuestas. Una obra cuya lectura es, más que recomendable, necesaria para todos aquellos que se desenvuelven en el ámbito y los planteamientos del republicanismo y para todos aquellos que amen sinceramente la libertad y la democracia. En España y en Europa.     

El libro Teoría Pura de la República, de Antonio García-Trevijano Forte, con el que culmina el esfuerzo creador iniciado con El Discurso de la República y Frente a la Gran Mentira, ha sido publicado por la Editorial El Buey Mudo (Madrid 2010), y consta de 699 páginas.

    
Madrid, 14 de abril de 2011

Pedro López Arriba
Presidente de la Sección de Ciencias Jurídicas y Políticas del Ateneo de Madrid